sábado, septiembre 06, 2008

CRÓNICA DE UN VIAJE AGRADECIDO

Sí, ya estoy de regreso y realmente lo que con más certeza puedo expresar, es un profundo agradecimiento a todos los niveles, por eso empiezo por donde otros terminan: Gracias a Dios que me condujo de sorpresa en sorpresa durante este tiempo, a mi Comunidad que asumió mis tareas con todo cariño y me echó de menos; a las hermanas de casa general que me acogieron , como siempre, haciéndome sentir “en casa”. A las hermanas de Honduras, de Moncada, con las que sentí el verdadero espíritu fraterno, a mi familia, que aumentó en uno… y con la que pude disfrutar buenos ratos. Y profunda gratitud hacia todas, todas las hermanas que rezaron y me mostraron su cercanía de mil maneras, fortaleciendo más aun mí sentido de pertenencia a una Familia-Fraternidad muy especial.

Lo que comenzó con unas vacaciones ”normales”, se convirtió en un período de cinco meses llenos de novedad y sorpresas

Primero el encuentro con mi familia, hermanas, amigos… días gratuitos y de retomar esas relaciones que nunca se cortan, que están ahí permanentes, ricas, fieles.

Vino después la sorpresa de un diagnóstico médico no esperado y, gracias a Dios, no maligno ni urgente, lo que me permitió iniciar el viaje programado “desde antiguo”.

En Honduras, días vividos ¡a tope!. De asombro en asombro compartiendo con las hermanas vida y misión. Una vida cargada de entrega, oración, disponibilidad, y una misión realmente entre los más pobres: proyectos de electrificación en pequeñas aldeas, construcción de sencillas viviendas y casa comunal; atención a niños , actividades pastorales con jóvenes y promoción a personas, privadas de libertad, en centros penitenciales. Y junto a eso, la acogida cariñosa y formación entregada a doce jóvenes (cuatro de ellas postulantes), con las que comparten la vida y riqueza de nuestro Carisma, y con las que, también yo, tuve la suerte de encontrarme. Hicimos de todo un poco: retiro, talleres, paseos, incluida la visita a la tumba de Monseñor Romero y los mártires de la U.C.A en El Salvador. Y, sobre todo, conversamos, cantamos, y dejamos crecer el cariño. Disfruté mucho, y aprendí mucho más, de estas hermanas y estas chiquillas Son veinte días que estarán en mí para siempre.

Luego, al regreso mi operación, rápida y sencilla, que me dejó como nueva gracias al cuidado, atenciones y cariño de las hermanas de Casa general y el recuerdo cálido siempre presente de mis hermanas de la Provincia. Con una enfermera “permanente” y todas “a turnos”… No tuve oportunidad de sentir dolor, la gracia de la fraternidad fue más fuerte y más grande que cualquier molestia. Sólo tenía que “dejarme hacer”. Fueron días serenos y entrañables que aun me acompañan.

Y recogiendo “tanto bien recibido”, otro tiempo de regalo, en Moncada. Tiempo también de dar y recibir (¡más de recibir que de dar!) cariño a manos llenas. Tengo cada nombre, cada hermana muy cerca, con sus gestos, sus pillerías, su ternura y su fragilidad, que es lo que las hace más fuertes y más “objeto de nuestro cariño”. Moncada es un verdadero lugar de encuentro, de cuidados mutuos, de presencia permanente de ese amor que se expansiona sin tiempos ni horarios. Lo sentí con mucha fuerza en los cortos días de Carmen y Montserrat…¡Cuánto he aprendido de cada una y qué equipaje más lleno de “recetas” y lecciones que nadie pretendió darme, pero que me servirán harto para actuar yo con mis hermanas.

¡Y ya estoy aquí!, de vuelta en este Chile lindo, sintiéndome parte privilegiada de esta prolongación de familia que es mi “suelo firme” en este momento y la casa que me esperaba. De nuevo en la misma tarea, en mi misma fraternidad, con una gran carga de encuentros vividos, encuentros esperados y encuentros hechos ya realidad. ¡Felices de estar juntas de nuevo!, de recuperar estos cinco meses, que nunca fueron de ausencia, sino de una seguridad plena de la presencia de cada una.

Por todo esto, y por mucho más, termino como empecé: ¡¡GRACIAS!!
Hna. Pilar

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