domingo, septiembre 17, 2006

RECORDANDO A MADRE AMELITA

Conocer a Madre Amelia fue un regalo para mí.
Un desborde de sentimientos, vivencias, conversaciones amenas y alegres encuentros, momentos de contemplación: de un atardecer, de un bello paisaje, de una acogida amorosa y cuántas acciones humanas y fraternas más, son los recuerdos que afloran en mi mente desde que madre Amelia se fue. Su ansiado anhelo se ha hecho realidad, ha pasado a la mansión preparada para los fieles amadores del Padre; ya vislumbra lo que creyó “Ni ojo vio, ni oído oyó…” evidencias de su amor a Dios son muchas: vivió amando, al prójimo, a la creación entera; por lo tanto su creencia y amor en el DIOS MAYOR la tiene ahora en su gloria.
Su vida dulce, generosa, solidaria, bondadosa y cercana la ha llevado a ese encuentro entrañable con el Dios de la vida y de la muerte; sé que ella, está ya plenamente feliz, no obstante, ha dejado un gran vacío en el corazón de muchas hermanas, ex alumnas, amigas/os, familiares de hermanas, chicos y grandes, pobres y ricos que la conocieron, sienten un gran dolor en su corazón.
Podríamos comentar las distintas facetas de su vida, resaltaré lo que más me acuerdo y que fueron testimonios de una entrega a Dios y a todos los seres de la creación.
Madre Amelia: la maestra, la educadora; muy preparada, muy culta pero sobre todo muy amiga y hermana; entregada a la tarea que realizaba. Siempre animando infundiendo valor, autoestima, proporcionando lo que intuía que necesitábamos, propiciando un sabroso clima de relaciones todo esto en Huancayo, Chaclacayo, donde la tuve como profesora primero y como directora después.
En Huancayo como alumnas deseábamos estar con ella, conversar, incluso buscábamos pretextos para estar a su lado sin medir tiempo ni consecuencias. Las normalistas de Huancayo la tuvimos como profesora de muchos cursos; sus horas de clases se hacían cortas, todas deseando que el tiempo se prolongue; terminada la clase todo el grupo salía con ella hasta la biblioteca lugar favorita donde la encontrábamos siempre.
Madre Amelia la religiosa, encargada de darnos el lonche todos los días, la cena alguna veces ¡Qué ansiedad de llegar a esas horas! Un detalle muy lindo que recuerdo, nunca se limitaba dejar los panes o la fruta que correspondía a cada uno, siempre dejaba sobre la mesa unos más porque sabía que muchas lo necesitaban o lo estaban deseando; era ese don de saber penetrar en la realidad del otro, intuir actitudes no manifestadas.
Ese atractivo de bondad, de ternura, de cercanía despertó en muchas normalistas la ilusión de ser religiosas; unas la hicieron realidad otras no, pero siguen expansionando esos valores que aprendieron de ella.
Madre Amelia, delegada, superiora, Directora y maestra de novicias, etc. Cargos llevados con un perfil bajo, sin hacer alarde de ellos, sin sentirse nunca más que los otros, todo lo contrario era la servidora a la escucha de todos, humilde, sencilla. Su real minoridad no la llevaron a grandes soluciones, a proyectar obras, sino a ir y estar, acompañar, permanecer compartiendo la vida, las inquietudes, los problemas de las hermanas, las alumnas, de los padres de familia, etc.
Para Madre Amelia no había lugar reservado, no tenía prejuicios, de ahí su mayor alegría era acoger no solamente con la bondad y la cortesía que ella manejaba sino también compartir con las visitas, con los familiares de las hermanas, con los niños necesitados, la mesa donde ella ponía con afán todo lo que encontraba en la refrigeradora o lo que ella misma preparaba. ¡QUÉ GRANDEZA DE ESPÍRITU!.
Seguramente Madre Amelia, no me dejaría escribir o decir algo de ella, se enojaría conmigo.- hasta ahí llegaba su simplicidad.
Tengo mucho más que decir de ella, pero termino y dejo este breve e improvisado artículo como un mensaje de vida y enseñanza para todas y las futuras generaciones sigamos admirándola y agradeciendo a Dios por esta vida consagrada a Él. Q.E.P.D.
Con cariño Irma Ávila Calderón.

EN HOMENAJE A MADRE AMELIA

Cual perfumada azucena, lozana y candorosa,
rebosante de alegría, así llegaste un día, a las tierras del Perú.

Y cual paloma mensajera, cruzaste los aires,
del centro, sur y norte, derramando por doquier,
pétalos de cariño, dulzura y bondad.

Enjugaste nuestras lágrimas; y con las tuyas,
convertiste en fuentes de agua fresca y cristalina
llena de ternura, consuelo y esperanza.

La belleza de las flores te fascinaba,
y ágilmente al cielo te transportaba;
y el coloquio entre tú y los otros,
continuaba con algarabía.

Y ahora en raudo vuelo te haz alzado,
hacia las alturas del infinito,
a recibir de Jesús, tu Divino Esposo
una hermosa corona de rosas, bien merecida.

Y al erguirte presurosa,
una estela luminosa, pendiente en el espacio ha quedado,
y entre los cintones que flamea, al vaivén del suave viento,
en cada uno de ellos con letras de oro se lee:
¡Gracias Madre Amelia por tu vida, por tu ejemplo,
y por tanto Amor que nos prodigaste!
Jamás te olvidaremos...
Goza feliz de la Gloria Eterna!!!

Fraternidad de Barranco.